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27 marzo 2021

MIRANDEANDO

Alexander Torres Iriarte/Centro Nacional de Historia (Venezuela)

“Miranda es la estrella que mĆ”s brilla en el firmamento venezolano y una de las estrellas mĆ”s brillantes del firmamento del continente americano y del mundo, busquemos ahĆ­ en Ć©l, en su vida, en su ejemplo, en su grandeza el abono para nosotros mismos, el abono para continuar fortaleciendo la patria de hoy que resucita de sus cenizas, todo oficial, todo jefe militar debe estudiar a fondo la vida de Miranda, el pensamiento de Miranda, todo venezolano, toda venezolana para conseguir allĆ­ las nutrientes de un hombre noble, estudioso, una de las mentes mĆ”s brillantes del mundo que viviĆ³ desde Washington hasta Londres, desde Caracas hasta Madrid, desde Paris hasta MoscĆŗ brillo aquella estrella. Estamos resueltos a ser libres y nada, ni nadie podrĆ” evitarlo, hombres, mujeres, soldados y todos unidos, la uniĆ³n nacional decĆ­a BolĆ­var. Invoquemos a BolĆ­var aquĆ­ el padre de la patria junto a Miranda y los grandes libertadores de Venezuela y de SuramĆ©rica, los que dieron su vida como Miranda por la independencia, por la revoluciĆ³n, por la igualdad, por la justicia social”. Hugo ChĆ”vez, 2005.

¿Francisco de Miranda es mĆ”s que la plaza o la universidad que lleva, para bien, su nombre? ¿De eso se trata, de epĆ³nimos y gĆ©lidos homenajes? ¿Se ha insistido suficiente sobre la vida y obra de Miranda? ¿Faltan estudios pormenores de su accionar? ¿QuĆ© pasa en nuestras escuelas y liceos sobre la divulgaciĆ³n de su trajinar? ¿La literatura, mĆ”s que la historiografĆ­a, lo ha tratado abundantemente? ¿Ćšnicamente recordamos a Miranda cuando se acerca una efemĆ©ride afĆ­n a su existencia? ¿Por quĆ© Miranda es tan incĆ³modo para algunos, inclusive bolivarianos? ¿TendrĆ” que ver con una discursiva centrada excesivamente El Hombre de las dificultades? ¿QuĆ© tanto hay del ideario mirandino en el legado del Libertador? Si la provincia caraqueƱa de finales del siglo XVIII excluyĆ³ a la familia Miranda ¿Este hecho de clara estigma social pudo influir en el accionar del joven Francisco? ¿En quĆ© residĆ­a la originalidad del proyecto que traĆ­a Francisco de Miranda a Venezuela en 1810 con respecto a las tendencias generales de los criollos republicanos? ¿Fue Miranda fue quien le dio talante autĆ©nticamente emancipador al movimiento ambiguo de 1810? ¿Miranda de un racionalista utĆ³pico que se moviĆ³ de las ideas monĆ”rquicas moderadas al republicanismo radical?  ¿Los mantuanos caraqueƱos con SimĆ³n BolĆ­var traicionaron a Francisco de Miranda? ¿En Francisco de Miranda sus ideas independentistas son inseparables de sus concepciones identitarias y su empeƱo unionista? ¿Miranda, el Americano universal, Precursor, ProtolĆ­der, Ilustre colombiano, hombre-sĆ­ntesis…? ¿Lo quĆ© fue la revoluciĆ³n en el ideario de Miranda, su proyecto emancipador de Miranda e integracionista, pese al tiempo transcurrido, tiene que decirnos sobre lo que vive nuestra regiĆ³n en el siglo XXI? ¿La Independencia en Miranda era concebida como un formato exclusivamente nacional? ¿CuĆ”les son las caracterĆ­sticas del proyecto emancipador de Miranda? ¿La Gran Colombia fue la de Miranda o la de BolĆ­var? ¿Puede haber un propĆ³sito polĆ­tico fundamentado en la vida y obra de Francisco de Miranda?
 Todas estas preguntas sugerentes y desordenadas buscan remover la admiraciĆ³n y el respeto sobre la figura de Miranda. Lo importante es que la nociĆ³n que tengamos del Gran Hombre supere la imagen del derrotado en La Carraca que nos legĆ³ Arturo Michelena. O para ir mĆ”s allĆ”, aquel “que nos trajo la bandera”. O el mujeriego insaciable que nos vendiĆ³ cierto relato malintencionado. Cada dĆ­a, somos optimistas, la estampa del caraqueƱo gana mayor reconocimiento. Pero todavĆ­a falta. Ese Miranda, mĆ”s que GeneralĆ­simo, fue el pionero en mĆ”s de un sentido. Como aquel que ideĆ³ pertinazmente el imperativo de la Independencia de Nuestra AmĆ©rica de toda sujeciĆ³n externa. Como aquel que apostĆ³ toda su fuerza fĆ­sica y espiritual por la materializaciĆ³n de un proyecto liberador que traspasara nuestras fronteras locales. Supo Miranda que el yugo espaƱol era el mismo y por ello, al unĆ­sono, debĆ­a ser derrotado.


e tal modo que, ese hijo de canarios nacido el 28 de marzo de 1750 y muerto el 14 de julio de 1816, comprendiĆ³ que el rompimiento de la dominaciĆ³n monĆ”rquica no podĆ­a ser un problema aislado de cada una de las colonias hispanas, sino un esfuerzo firme y sostenido, con una visiĆ³n geopolĆ­tica mĆ”s sĆ³lida: todos unidos luchando en el derecho irrestricto de ser libres. AsĆ­, la materializaciĆ³n integracionista de los Ćŗltimos aƱos como el ALBA, CELAC, UNASUR, por nombrar tres instituciones archiconocidas, son hijas de la visiĆ³n unionista del prĆ³cer ahora conmemorado. Pero como si fuera poco con Miranda nace tambiĆ©n la idea de la identidad americana.
A Francisco de Miranda dĆ©mosle el justo valor que se ganĆ³ a pulso en nuestros anales histĆ³ricos. TomĆ©mosle la palabra a Carmen BohĆ³rquez, estudiosa de aquel que fue mĆ”s que el Precursor: “Hay que volver a los textos de Miranda, hay que estudiar a Miranda, su concepto de la identidad americana. Hay que ver el papel que le asignaba a la educaciĆ³n del pueblo y estudiar sus proyectos para entender lo que tenemos que hacer hoy. Miranda sigue vigente como hace 200 aƱos”.  

II
La lucha ha sido una constante en el mundo. QuiĆ©n tiene o detenta el poder polĆ­tico o econĆ³mico pocas veces abre el paso al afĆ”n igualador de los subalternos. Desde la desapariciĆ³n fĆ­sica del “otro” hasta el uso de mecanismos sutiles de invisibilizaciĆ³n ideolĆ³gica campean en el acontecer de los pueblos de todos los tiempos y lugares, como expresiĆ³n de que la historia no es un “juego de carritos”. Creer que la armonĆ­a y el entendimiento en algĆŗn momento de la humanidad ha sido la guĆ­a prolongada de la realidad social es pecar de ilusos. Confrontaciones directas o subterrĆ”neas estuvieron y estĆ”n presentes en nuestro devenir como un vector multidireccional que todavĆ­a no sabemos hacia dĆ³nde va, hecho que quita el sueƱo a mĆ”s de un preocupado por el maƱana. Pero tampoco la historia tiene que ser un sangrero como los apocalĆ­pticos quieren hacer ver. El hombre y la mujer, pese a sus fuerzas autodestructivas patentes y latentes, son “vidas conscientes” y en eso queremos insistir. Esta afirmaciĆ³n contradictoria, nos invita a evaluar la segunda mitad de la Caracas dieciochesca, donde vio la luz el venezolano mĆ”s universal que conozcamos. Caracas era una pequeƱa comarca con poco mĆ”s de cuarenta mil almas, pero un gran escenario en la que la pugnacidad de grupos, etnias y clases sociales estaban dominando la atmĆ³sfera. El abolengo, el honor, eran los valores defendidos por una elite, que de manera segregacionista mantenĆ­a a raya los anhelos de libertad, igualdad e inclusiĆ³n de las consideradas “malas razas”. En ese territorio levantisco, capital de la ulterior CapitanĆ­a General de Venezuela, se alumbraba todo un portento. Era la llegada de un joven de quien se dirĆ­a mucho por su carĆ”cter cosmopolita. NaciĆ³ un 28 de marzo de 1750 y su nombre de pila era SebastiĆ”n Francisco de Miranda RodrĆ­guez. Es nuestro Francisco de Miranda.
Las raĆ­ces de Francisco de Miranda no fueron la de un ilustre de acaudalada fortuna. Por lĆ­nea paterna se vinculaba con las Islas Canarias, aspecto que va a marcar para siempre al futuro del prĆ³cer. Al ser considerado SebastiĆ”n Miranda Ravelo, su padre, un “mestizo”, un “blanco de orilla”, se le tenĆ­a negada la posibilidad de acceder a beneficios de esa localidad estremecida. ¿CĆ³mo se le podĆ­a ocurrir a un vendedor de lienzos matrimoniado con la caraqueƱa Francisca RodrĆ­guez de Espinosa, tambiĆ©n de procedencia isleƱa, confundirse con los nobles de la provincia? Criollos y peninsulares, se encargarĆ­an de recordarle permanentemente los antecedentes de su apellido. Los Miranda sufrĆ­an asĆ­ el maltrato del Cabildo de Caracas. Si bien pasado los dĆ­as SebastiĆ”n Miranda pudo amasar cierto patrimonio, posesionĆ”ndose de inmuebles nada despreciables, la aƱeja sociedad mantuana marcaba los lĆ­mites de su ascenso social. Pero ya la Caracas cerrada y vetusta no podĆ­a contener la tempestad que se avecinaba en la cual Francisco de Miranda serĆ­a el artĆ­fice principal de esos soplos revolucionarios, de ese cambio de Ć©poca.


III
Si bien SebastiĆ”n Miranda, padre del Francisco inmortal, tenĆ­a un linaje importante en su nativa La Orotava, los criollos lo despreciaban por su origen canario. ¿Acaso no era un desacato, un desatino pretender la igualaciĆ³n social? ¿No era una manera de trastocar el orden casi divino de las jerarquĆ­as de grupos, etnias y clases? ¿CĆ³mo los narices espigadas de los mantuanos van a ver bien que a “un orillero” se le confiera el grado de capitĆ”n del BatallĆ³n de Milicias de Blancos de Caracas? ¿No podrĆ­a esto ser mala seƱal para que otros desobedientes aspiraran emparejarse con los nobles de la capital? AsĆ­, como podemos suponer, SebastiĆ”n Miranda no la tuvo fĆ”cil. Desde la acera de enfrente reputadas familias -encabezadas por las figuras de NicolĆ”s de Ponte y MartĆ­n Tovar Blanco- hicieron hasta lo imposible para poner en su lugar al isleƱo.  Pero la querella no fue favorable para los vecinos de apellidos. El mismĆ­simo rey Carlos III mandĆ³ a los caraqueƱos que se le admitiera a SebastiĆ”n Miranda lucir sus vistosas indumentarias. Un lujoso uniforme y un elegante bastĆ³n digno de un hidalgo, terminĆ³ de avivar el odio de los futuros republicanos, resentimiento que ahora se le endosarĆ­a al mĆ”s llamativo de sus hijos. Pero la antipatĆ­a de “los grandes cacaos” no mellĆ³ el carĆ”cter emprendedor de SebastiĆ”n Miranda que siempre apostĆ³ a la prosperidad material de sus negocios y a la formaciĆ³n universitaria de su prole. En cinco largos aƱos se puede decir que se echĆ³ parte de la base intelectual del ulterior venezolano universal en la importante Universidad de Caracas. Entre 1762 y 1767, los estudios de latĆ­n, gramĆ”tica y catecismo, asĆ­ como historia, religiĆ³n, aritmĆ©tica y geografĆ­a; tambiĆ©n la lĆ³gica, la fĆ­sica y metafĆ­sica comenzaron a forjar parte de su espĆ­ritu crĆ­tico del joven Francisco de Miranda.  
 Bien se sabe -ayer como hoy- que cuando en una contienda no se puede derrotar al adversario, entonces se va por lo mĆ”s sagrado, sus frutos. En plena adolescencia Francisco de Miranda sintiĆ³ el desprecio del mantuanaje. HabĆ­a que cerrarle el paso a Francisco de Miranda y todas las partes involucradas tĆ”citamente estaban al tanto. Un techo, sino obstĆ”culos permanentes, se asomaban en la vera que se le abrĆ­a al inquieto bachiller. No habĆ­a de otra, se planteaba un dilema casi existencial: seguir en la comarca a riesgo de frustrarse o atreverse a probar otros derroteros. La Ćŗltima de las opciones fue la tomada: con algo mĆ”s de 20 aƱos se fue Francisco de Miranda a EspaƱa. La fecha clave que anuncia un periplo extraordinario es el 25 de enero de 1771. En la Guaira, en la fragata PrĆ­ncipe Federico, se despidiĆ³ entre sollozos. Su objetivo era ponerse a las Ć³rdenes del Real EjĆ©rcito espaƱol. Huir de los empinados “amos del valle” fue el factor detonante para emigrar, para servir al bando imperial. SituaciĆ³n esta que nos arranca una sonrisa: quien iba a subordinarse al absolutismo hispano terminarĆ­a siendo su mĆ”s afamado contrincante.