5 de octubre de 2019/Comisión Bicentenario Colombia
Valiente como ninguna otra, decidida y llena de sed y
amor por la libertad, así fue Manuelita Sáenz, la primera Coronela del Ejército
Colombiano
Una de las figuras más controvertidas y calumniadas de
la independencia es Manuelita Sáenz, mujer guerrera reducida al rol de “amante”.
Era, en muchos sentidos, adelantada para su época. Poco le importaban las
habladurías, no solo por su relación con Simón Bolívar, sino por su complejo
carácter.
En un momento podría estar vistiendo los más costosos
trajes y viviendo entre lujos, en otro vestir como soldado y comportarse como
tal; podría estar hablando de los más complicados temas sobre la cultura, artes,
política y demás, o tomando chicha con las mujeres en la plaza de mercado; ser
la persona más romántica o la mujer más inesperadamente violenta.
Manuela Sáenz nació en diciembre de 1795, hija del
regidor de Quito Simón Sáenz y Joaquina Aizpuru, que muere después de dar a
luz. Fue criada en un convento hasta los cuatro años, cuando su padre forma un
nuevo hogar con Juana del Campo, con quien entablará una relación como de madre
e hija. De su infancia y adolescencia no hay mayores detalles.
Eran tiempos complicados, lo cual nos ayuda a entender
por qué dos jóvenes, Manuela y su hermano José María, de ascendencia española y
clase social privilegiada, se entregan a la causa de la libertad de América.
Finalizaba el siglo de las luces. Las condiciones
materiales y culturales desembocaron movimientos sociales, políticos,
artísticos e ideológicos y también aparece un nuevo avance en los medios
producción.
A mitad del Siglo XVIII el crecimiento económico
guiado por la burguesía se acelera con la primera Revolución Industrial, en 1789
se da la Revolución Francesa, la Revolución Haitiana comienza en 1791 y se
inician las guerras Napoleónicas.
La Corona necesita fortalecer su influencia en América
y asegurar y aumentar el flujo económico de nuestro territorio. Para ello
dictan unos cambios jurídicos y económicos, las Reformas Borbónicas, que
causaron pobreza generalizada en América, fortaleciendo y ampliando las ideas
independentistas.
En 1808 empiezan a organizarse en Quito los primeros
grupos políticos en pro de la independencia, dos años después, el 2 de agosto
de 1810, estos patriotas son asesinados por el ejército español. En Manuela crece
la sed de libertad.
Política, estratega, conspiradora, espía, secretaria
del Libertador, valiente coronela y persona clave en la Campaña del Sur y en la
libertad de nuestra américa
El 17 de julio de 1817, es entregada en matrimonio al
doctor y comerciante inglés James Thorne. Por ello cambia su domicilio a Lima, donde
continúa su actividad conspiradora.
El Batallón Primero del Numancia llega al Perú en
1819, y comienza a ser infiltrado por José María Sáez y su hermana Manuela, entre
otros. En 1820, junto con los capitanes Tomás Heres y Ramón Herrera, logran que
dé el paso al Ejército Unido Libertador del Perú, al mando de José de San
Martín. Por estos y otros hechos, El Protector le otorga, el 28 de julio 1821,
a Manuelita el título de Caballeresa de la Orden del Sol del Perú.
Manuelita y José María tienen que viajar a Quito. Este
viaje será definitivo. En cuanto lo personal, marca la separación total con
Thorne, y en lo político militar, llega a Quito precisamente cuando el Mariscal
Sucre está impidiendo el encuentro entre las tropas realistas del Perú y los
alzados de Pasto.
En el año 1822 participa activamente en los
preparativos de la Batalla del Pichincha. Con sus amigas Nathán
y Jonathás, hacen labores de inteligencia y, durante la batalla, brindan
economía al ejército y ayudan a los soldados heridos. La amistad entre ella y
Antonio José de Sucre se fortalece, al igual que su importancia política y
militar.
El 16
de junio de 1822, el Libertador Simón Bolívar entra a Quito, y es ella una de
las encargadas de la organización del Baile de la Victoria en su honor. Más
allá de su belleza física, Bolívar queda encantado de su intelecto y el gran
conocimiento político de Manuelita, quien ya expresaba su preocupación por la
estabilidad de las repúblicas liberadas.
Días
después demuestra su destreza diplomática, cuando le ayuda a solucionar el
asunto de Guayaquil: “…Vaya usted en persona e impresione a los indecisos,
acójalos bajo la protección de la República de Colombia y encárguese usted
mismo del mando militar y político de ese puerto”.
Después
de este episodio no solo nace un apasionado amor, sino que se produce un
entendimiento político militar, afianzado en agosto de 1823, cuando Manuelita
sofoca, con la intrepidez y la valentía que la caracterizan, un levantamiento
en Quito.
Fue
integrada al Estado Mayor General con el grado de Húsar, encargada de la
correspondencia del Libertador. Con su astucia y habilidad es capaz de contener
los planes de Santander contra Bolívar y logra estar al tanto de todos los
movimientos que se dan en Bogotá, ganando el grado de Teniente de Húsares. Por
su valentía en la batalla de Junín es ascendida a Capitán de Húsares con
responsabilidades en áreas estratégicas, económicas y sanitarias.
La
campaña del sur sigue adelante y Manuela continúa destacándose en lo
estratégico, político, diplomático y militar, colaborando enormemente en la
crisis que causó Santander al hacer que el Congreso Colombiano despojara a
Simón Bolívar de sus facultades extraordinarias, privándolo de toda ayuda para
la libertad del Perú.
El 9
de diciembre de 1824, se da la Batalla de Ayacucho y el Mariscal Sucre le pide
al Libertador que la nombre Coronel del Ejército Colombiano.
El año
1825 Bolívar se dirige a crear, al parecer por consejo de ella, a Bolivia, y Manuelita
se ocupa de los problemas políticos de las naciones ya liberadas.
En
1827 se produce una revuelta en el Perú mientras Bolívar está en Caracas,
Manuela es expulsada, aunque su valentía evita la muerte de muchos, entre ellos
de Heres.
Manuela,
convencida de que Santander está detrás de estos acontecimientos, llega a
Bogotá en 1828 y pone en marcha una operación de inteligencia que logra
infiltrar las reuniones secretas en las cuales Santander confabulaba contra
Bolívar, descubriendo en dos ocasiones planes para asesinarlo.
El
sueño de Manuela y de Bolívar de una nación fuerte y soberana, muere el 17 de
diciembre de 1830, cuando el Libertador cierra los ojos para siempre en Santa
Marta. Manuela es desterrada, por miedo a su tenacidad, primero en Jamaica y
luego en Paita, donde sigue sus actividades de espía en pro de los
bolivarianos. Muere por una epidemia de difteria en 1856. Hasta su último suspiro
le fue fiel a Bolívar y a la libertad.
A
pesar de ser silenciada, calumniada y olvidada, Manuela deja en América Latina
una huella que ni sus enemigos pudieron borrar. Su ejemplo está impreso en
todas las valientes mujeres que han dado su vida a la causa de la segunda y
definitiva independencia.