La paz sea con vosotros, 30 de marzo 1845 - CBBOM

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02 abril 2021

La paz sea con vosotros, 30 de marzo 1845

 Aldemaro Barrios  “La RepĆŗblica de Venezuela por una parte y Su Majestad


la Reina de EspaƱa doƱa Isabel II por otra, animadas del mismo deseo de borrar los vestigios de la pasada lucha de sellar con un acto pĆŗblico y solemne de reconciliación y de paz las buenas relaciones (…)” asĆ­ se cerraba y abrĆ­a un periodo de relaciones diplomĆ”ticas y comerciales entre quienes pugnaron por la libertad y la independencia polĆ­tica en SuramĆ©rica y una EspaƱa que hacĆ­a mil aƱos se debatĆ­a entre las penumbras medievales y las breves luces liberales del siglo XIX.

Era el acuerdo conocido como el Tratado de Paz y reconocimiento entre EspaƱa y Venezuela, firmado por Alejo Fortique representante plenipotenciario de Venezuela y el ministro de Estado espaƱol Francisco MartĆ­nez de la Rosa en Madrid el 30 de marzo de 1845. Luego de una guerra devastadora y extremadamente sanguinaria, ambos Estados volvĆ­an la mirada atrĆ”s para ver las cenizas que en cada uno de los artĆ­culos del Tratado revuelca el Ave FĆ©nix para explicar razones que hoy no terminamos de responder y seguimos preguntando ¿Por quĆ© tanta saƱa?  ¿Por quĆ© todavĆ­a se sigue azotando a un pueblo que solo ha hecho honor a su democracia y a sus tratados sociales? 

Preguntas que encuentran ecos en este antecedente histórico. El Libertador Simón BolĆ­var poco mĆ”s de 20 aƱos antes del histórico Tratado de 1845, levantaba los campamentos patriotas suramericanos en Ayacucho, PerĆŗ, arriando las banderas de una victoria que venĆ­a lanza en ristre desde que en noviembre de 1820 el general Pablo Morillo y Ć©l acordaron el Armisticio y el Tratado de regularización de la guerra en Trujillo Venezuela, suerte de cortesĆ­a final y definitiva. Morillo al despedirse de BolĆ­var en la aurora del 27 de noviembre de 1820, no solo despedĆ­a a un caballero, lo hacĆ­a a una era de dominación monĆ”rquica espaƱola porque lo ocurrido posterior a la firma del Armisticio fue la alborada de la independencia suramericana sellada en Carabobo en 1821, luego confirmada al sur del subcontinente en JunĆ­n y Ayacucho en 1824. 

El trĆ”nsito del Tratado de Paz recorrió mĆ”s de diez aƱos de discusiones y desencuentros primero por el asunto económico de las deudas, secuestros y confiscaciones de bienes durante la guerra (1811-1824) y luego por las condiciones polĆ­ticas y los contratiempos de guerras intestinas  en EspaƱa asĆ­ como las tensiones geopolĆ­ticas en el que los intereses de Inglaterra amenazaban discordias al enclavar posiciones militares cerca de los grandes rĆ­os en el  septentrión suramericano como el Orinoco en Venezuela, El Esequibo en Guyana y el RĆ­o de la Plata en Argentina. 

El primer proponente fue el general José Antonio PÔez en 1833, presidente de la recién República de Venezuela, que solicitaba reconocimiento del Estado nación ante el mundo y hacerlo con España era un asunto de honor. Los posicionamientos geopolíticos hegemónicos de las grandes potencias en el Siglo XIX jugaban un rol definitorio en los asuntos diplomÔticos de Europa como el caso de Inglaterra que disputaba territorios y deudas de guerra en ultramar.

El Tratado de Paz lo empezaron a operar diplomĆ”ticamente el mĆ”s alto rango de generales de la independencia, Mariano Montilla, Carlos Soublette y Daniel Florencio O’Leary, luego se vuelve a activar con Sir Belford Hinton Wilson al ser nombrado nombrado Encargado de Negocios y Cónsul General britĆ”nico en Caracas en noviembre de 1842, recordemos que Wilson fue edecĆ”n del Libertador y su mediación ante la diplomacia britĆ”nica abrió una posibilidad para facilitar los acuerdos con EspaƱa. Eso le dio confianza a Venezuela para nombrar sucesivamente a varios negociantes que provocaron reacciones adversas por las respuestas de EspaƱa que la aventajaban ante Venezuela y finalmente los asuntos mĆ”s descollantes del acuerdo como las deudas de guerra entre ambas naciones se postergaron para ser discutidas en otros convenios. Los negociadores venezolanos primero con los generales Montilla, Soublette, Daniel Florencio O’Leary y finalmente con el diplomĆ”tico venezolano Alejo Fortique ya con Carlos

 Soublette en la presidencia de Venezuela se da el punto final al acuerdo el 30 de marzo de 1845. Por EspaƱa desde el marquĆ©s de Miraflores Manuel Pando FernĆ”ndez de Pinedo representante diplomĆ”tico de EspaƱa en Inglaterra recomienda alcanzar al propio ministro de Estado MartĆ­nez de la Rosa a quien los venezolanos debieron entregar los primeros documentos de intención, solo que la historia gira y da vueltas. El general Soublette y  O’Leary fueron los encargados de llevar los primeros magnos papeles para el Tratado con EspaƱa, por lo que se trasladaron en un buque de guerra facilitado por el Duque de Wellington y llegaron al puerto de La CoruƱa donde el capitĆ”n general de Galicia,  Pablo Morillo conde de Cartagena, marquĆ©s de La Puerta y antiguo comandante en jefe del ejĆ©rcito realista en Nueva Granada y Venezuela, los recibió y mostró su admiración por el ejĆ©rcito patriota contra el cual Ć©l dirigió  una guerra a muerte y todavĆ­a mĆ”s reconoció al general Daniel Florencio O’Leary quien fue edecĆ”n del Libertador y negociador en el Tratado de Armisticio de 1820.

La fecha para aquel histórico encuentro entre los antiguos rivales fue el 20 de marzo de 1835, asĆ­ lo suscribió Soublette en una carta al presidente PĆ”ez: Ayer me dio un convite el capitĆ”n general al que asistieron los principales empleados de la provincia. S.E. brindó por el inmediato reconocimiento de la independencia de Venezuela y de los demĆ”s Estados de Sur-AmĆ©rica […]

Pablo Morillo tendió el puente para que los venezolanos se encontrarÔn con el ministro de Estado español Martínez de la Rosa en Madrid y aunque la negociación se obstaculizó por la exigencia de España para que Venezuela reconociera las indemnizaciones a los realistas delos bienes incautados por la República en el trance de la guerra de independencia, quedó una ventana abierta para que nuevos negociadores buscarÔn próximos arreglos posicionando coincidencias y posponiendo divergencias. Es cuando apareció en escena el embajador Alejo Fortique designado por el entonces presidente Carlos Soublette, ministro plenipotenciario de la República de Venezuela en Londres para buscar nuevas rutas de negociación, bajo la mirada diplomÔtica de Francia y el mismo Reino Unido, interesados en abrir caminos comerciales entre Suramérica y Europa.

Fue difĆ­cil para la Corte EspaƱola asumir la derrota de un ejĆ©rcito que habĆ­a vencido a los musulmanes, que penetró suelo britĆ”nico con una armada invencible, que dominó un inmenso continente durante 300 aƱos para que luego unos americanos descamisados oscuros de piel y descalzos le arrojaran de unas tierras que “Dios habĆ­a ofrendado al Rey” y ante quienes ahora habĆ­a que bajar la mirada para aceptarlos como independientes segĆŗn el artĆ­culo primero del Tratado de Paz. Que la memoria no era lo importante porque “HabrĆ” total olvido de lo pasado y una amnistĆ­a general y completa para todos los ciudadanos de la RepĆŗblica de Venezuela, y los espaƱoles(...) segĆŗn el artĆ­culo 3 del acuerdo y aun asĆ­ habĆ­a que recordarle a los sĆŗbditos de la Reina Isabel II que heredaban  lastres de guerras contra todo aquel que apostató a los Reyes y que por menos que eso la conquista, la inquisición y la evangelización en nombre del Rey llevó al suplicio a millones de originarios americanos, luego a criollos, negros y mestizos igual que a miles de espaƱoles que fueron a AmĆ©rica y  que padecieron finalmente una guerra a muerte porque los americanos deseaban ser independientes. 

Que las deudas a la Tesorería española para ser canceladas por Venezuela se postergaban para otros acuerdos y que los bienes incautados por la República a particulares se indemnizarÔn si estas tuvieren lugar, en papel de la deuda consolidable en documentos de crédito contra el Estado entre otros asuntos jurídicos y económicos. Finalmente, el Tratado de Paz consideraba los derechos y deberes de los súbditos españoles y de los ciudadanos venezolanos igual que facilitó las relaciones comerciales entre uno y otro Estado para cerrar solemnemente con el deseo que la República de Venezuela y S.M.C. para conservar la paz y la buena armonía que felizmente estableció el Tratado.

Venezuela y EspaƱa desgastadas por las guerras, tenĆ­an que salir a flote en medio de una crisis financiera y económica derivada de conflictos bĆ©licos, pero en tanto Venezuela tenĆ­a los laureles militares de su victoria sobre el ejĆ©rcito espaƱol, a la MonarquĆ­a no le quedó otro recurso que aceptar lo mĆ”s preciado del documento, el reconocimiento de  la independencia y soberanĆ­a de la repĆŗblica suramericana a riesgo de ser “mal ejemplo” para los dominios que aĆŗn tenĆ­a EspaƱa en el Caribe, indudablemente Venezuela para el imperio era una amenaza extraordinaria por una percepción de riesgo falsa y a todas luces supremacista.

 Aldemaro Barrios Romero 

venezuelared@gmail.com